ARTÍCULO Antonio José Martínez Navarro


Ofrecemos el capítulo íntegro del libro "Historia Menuda de Huelva", Vol. III del escritor e historiador Antonio José Martínez Navarro, en el que se recopilan detalles curiosos del famoso Kiosco-Bar que regentara nuestro célebre cantaor.

EL CÉLEBRE QUIOSCO DE PACO ISIDRO


PACO ISIDRO en el centro de la imagen; a su izquierda, su hijo PACO; a su derecha, su hijo pequeño PEPE (Pepe Isidro)

Cuando en Huelva no quede nada típico -lo típico languidece en el mundo civilizado como un pájaro exótico preso en la jaula de la vulgaridad- quedará ella misma, con su puerto y olor a salitre, y ella y sus recuerdos serán lo típico de Huelva. Entre estos recuerdos que guarde la ciudad en su corazón, hay un establecimiento todavía envuelto en sus oros de prestigio. Nos referimos al quiosco que regentara el mejor cantaor de fandangos que ha dado Huelva, Paco Isidro.
El quiosco, inaugurado el 14 de junio de 1944, lo componía la mayor zona de los jardines del Hotel Colón. En su parte principal, la que daba a la esquina de la calle del Berdigón, estaba el quiosco, y en la parte que terminaba en la entrada de la Casa Colón existía una explanada. Allí, Paco Isidro consiguió que actuase la Banda Municipal de Música en varias ocasiones.
Se puede decir,sin entrar en exageraciones, que este quiosco tenía un sello distintivo especial. Las causas son múltiples. En aquellos tiempos en los que no proliferaban las radios, P. Isidro instalaba unos altavoces y allí iban muchas personas a escuchar, regocijadas, los éxitos de uno de los toreros más emocionantes que ha dado la Historia, Miguel Báez Espuny, "Litri"; la senda victoriosa de la selección española de balompié, que, en el Mundial de Río de Janeiro (Brasil), venció a la selección de la Pérfida Albión. Ambos acontecimientos fueron radiados espléndidamente por la voz del genial locutor Matías Prats, y a recrear sus ojos y su corazón con el espectáculo soberbio de una actuación del gran cantaor. Aquello fue el epicentro en Huelva del mundo del flamenco, ya que la gente no tenía medios para desplazarse a las ventas y se hacía del todo imposible que una familia decente se acercara al ambiente de los bares de la Carretera o de la calle Gran Capitán. Se puede decir que Paco Isidro, en su quiosco, puso el cante flamenco al servicio del pueblo llano de Huelva. Otro atractivo lo representaba la actuación de la Banda de Música.

Rememoremos una jornada del célebre quiosco. Nos acercamos temprano y ya tiene sus puertas abiertas. Nos sentamos y pedimos los churros que preparan, de forma admirable, Paco y Pepe, hijos del genial cantaor. Observamos que también se llevan papelones de esta deliciosa masa frita para la calle.
Sobre las 10 se acerca al quiosco un verdadero alud de clientes. Resultaba admirable, en épocas de restricciones de luz y cuando los aficionados iban al Velódromo en tardes de partido, el rendimiento que los propietarios obtenían de aquellas conocidas maquinillas a las que había que hacer presión para que funcionaran. Imaginémonos la lucha que había que entablar para poner en poco tiempo 175 o 200 cafés.
Como desde el primer día este quiosco tuvo un gran éxito, van desfilando por él recreativistas (Paco Isidro fue durante muchos años socio del club Decano e, incluso, llevó en varias ocasiones a la expedición albiazul a jugar a otros lares), intelectuales, amantes del arte de Cúchares...
Llega la hora del aperitivo y el excepcional dominio culinario de la Sra. de Paco Isidro, María Benítez popularizó las especialidades de menudillo de pollo; asadura con tomate... Se saborean las gambas rebozadas y aliñadas. Se degusta el pollo al ajillo, que se ha puesto de moda. La gente se hace lengua de las tortillas de bacalao...
Para acompañar estos manjares, las personas de más modesta economía consumían vino. Como no había cerveza, los que disponían de saneada pecunaria (gente de la Pescadería, que en aquella época ganaban mucho dinero, como exportadores, armadores, etc ; o gente de la buena sociedad), la sustituían por sidra, que pedían por medias o por botellas completas.
Por la tarde volvían hacer acto de presencia los cafés y a partir de las nueve de la noche, se volvían a solicitar las ricas tapitas de doña María.

En la década y pico que estuvo establecido el quiosco en la Plaza del Punto ha sido testigo mudo de varias efemérides: llegada y recibimiento que las autoridades le hicieron a Evita Perón; paso de la caravana que llevaba al general Franco en una de sus visitas a Huelva, con la escena pintoresca de ver como se llenaron de agentes de seguridad con fusiles las azoteas de los rincones colindantes; el paso, tras su arribada, del primer Obispo que tuvo la Ciudad; de la nevada que cubrió de níveo manto a Onuba, y de las restricciones de luz eléctrica (lo solucionaban tendiendo de palmera a palmera un alambre con carburadores), de agua, (estaba prohibido regar los jardines, pero los jardineros municipales dejaban ex profeso las mangueras con la llave abierta de la boca de riego y a las dos de la madrugada los hijos de Paco Isidro regaban para que aquel rincón siguiera siendo idílico...
Si con el cierre del quiosco en 1956 terminó su historia, ya saben los amables lectores que como testimonio de admiración a la voz de Paco Isidro, a la importancia que para el transcurrir cotidiano onubense supo darle el genial cantaor, elevaron el monumento que sigue en El Punto, que ni fuerzas humanas ni acción del tiempo deben quitar de ese emplazamiento, ya que todavía juguetean por sus inmediaciones los rojos geniecillos del fuego sagrado del flamenco, que, rindiéndole pleitesía, ponen a diario una crepitante corona de llamas al eterno cantor de Huelva. Que así sea.