Entrevista a PACO ISIDRO (II)

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(Fragmento de la entrevista firmada por Pedro de la Estrella, seudónimo de D. Diego Díaz Hierro)
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Entrevistas de "EL LABARO"
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Charla con el famoso "cantaor" PACO ISIDRO, creador del inimitable estilo que campea en su célebre "fandango" de Huelva.
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Por PEDRO DE LA ESTRELLA
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ZARAGOZA, LA OPINIÓN DE ISIDRO SOBRE LA JOTA Y SU DESPEDIDA ANECDÓTICA
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(En la imagen, Paco Isidro posando "de corto". Ni un solo año faltó a la Romería del Rocío para ver a la Virgen, a la que dedicó muchas de sus letras de fandangos)
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Inquiero luego al artista sobre misterios de María Santísima. Adora a Nuestra Señora del Rocío, esta Reina no sólo de las Marismas de Huelva, sino del mundo entero, esta Blanca Paloma, a la que dice Paco deberle todo lo que él es. Pero, como él decía, hemos de terminar. Y hemos de hacerlo pensando en El Lábaro y en Zaragoza.
. -¿Visitó Zaragoza?
. -Estuve a punto, invitado por mi gran amigo el Excmo. Sr. D. Francisco Urzáiz, pero, muerto éste hace unos años, no pudimos abrazarnos en tan bella como histórica ciudad (Dios lo tenga en su santa gloria).
. -¿Qué opina de la jota aragonesa?
. -Que es, dentro de lo regional, lo que más me entusiasma; lo más hermoso y notable que en el arte de gran público puede darse.
. -Qué abrazo y qué buen mano a mano un cantor de jotas y usted, buen amigo en representación de ese fino cante y ese estilo tan estimable se darían en un teatro zaragozano. Brindo esta idea a un empresario de ahí.

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Y, terminemos con una anécdota, que siempre, cuando son tan sugestivas, se apetecen.
. -¿Recuerda algo anecdótico para terminar, inédito...?
. - Ya le dije que el P. Director... nos lanzaba de la palestra. En fin, procuraré ser breve:
. . Celebrábase una animada fiesta en un cortijo de un aristócrata sevillano a la que había sido requerido para actuar en ella. Entre los invitados destacaba, por su celebridad, José Ignacio Sánchez Mejías, quien, antes de finalizar mi trabajo, me rogó imperiosamente que le atendiese en seguida cantándole unos fandangos. No pude complacerle, como hubiese querido con la rapidez deseada, entre otras razones, porque lo estaba haciendo en aquel instante en honor de la Duquesa de Santoña y no habría de cometer esa grosería. Cuando quise darle explicación de mi justificada conducta -lo que fue a los pocos minutos de su ruego-, con una soberbia impropia de su educación y celebridad, me dijo que nada, que ya no cantase nada. Reincidí en mi buena idea de explicarle el motivo, porque yo estimaba mucho a don José Ignacio y el sentimiento me embargaba; pero, siguiendo en tan irascible actitud, en plan ajeno a su señorío, me despidió diciéndome que ya no le volviese a dirigir más la palabra.
. . Pero la divina providencia es muy grande. Había transcurrido de este lamentable acontecimiento algo más de un mes, cuando, viniendo yo por carretera en mi coche desde Jerez y, por cierto, de madrugada, me alarmó el estar un coche en la cuneta como accidentado. Observé que era el de Sánchez Mejías, a quien acompañaba otro señor. Paré con toda delicadeza el vehículo y dirigiéndome al acompañante -que no a él que me lo tenía prohibido- me ofrecí para ayudarles. Salió entonces José Ignacio y me rogó les ayudase en aquel apurado trance. Cuando terminó mi favorable intervención, en tono de bromas -pues en mí no cabe resabios ni venganzas-, le manifesté que él era el que me había hablado y no yo a él, ya que me pesaba todavía su sentencia. José Ignacio, conmovido por mi proceder, me siguió dispensando su amistad hasta que Dios nuestro Señor se lo llevó a su santo seno con aquella trágica muerte que con inspirados versos cantó el poeta García Lorca.